Monday, April 25, 2011

Bodas de Sangre - Federico García Lorca (Parte 6)

Acto tercero

CUADRO PRIMERO

Bosque. Es de noche. Grandes troncos húmedos. Ambiente oscuro. Se oyen dos violines. Salen tres es.

Leñador 1: ¿Y los han encontrado?

Leñador 2: No. Pero los buscan por todas partes.

Leñador 3: Ya darán con ellos.

Leñador 2: ¡Chisss!

Leñador 3: ¿Qué?

Leñador 2: Parece que se acercan por todos los caminos a la vez.

Leñador 1: Cuando salga la luna los verán.

Leñador 2: Debían dejarlos.

Leñador 1: El mundo es grande. Todos pueden vivir de él.

Leñador 3: Pero los matarán.


Leñador 2: Hay que seguir la inclinación: han hecho bien en huir.

Leñador 1: Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más.

Leñador 3: ¡La sangre!

Leñador 1: Hay que seguir el camino de la sangre.

Leñador 2: Pero sangre que ve la luz se la bebe la tierra.

Leñador 1: ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.

Leñador 3: Callar.

Leñador 1: ¿Qué? ¿Oyes algo?

Leñador 3: Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.

Leñador 1: Pero el caballo no se siente.

Leñador 3: No

Leñador 1: Ahora la estará queriendo.

Leñador 2: El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella.

Leñador 3: Los buscan y los matarán.

Leñador 1: Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como dos arroyos secos.

Leñador 2: Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.

Leñador 3: El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una estrella furiosa. La cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta.

Leñador 1: Su casta de muertos en mitad de la calle.

Leñador 2: ¡Eso es!

Leñador 3: ¿Crees que ellos lograrán romper el cerco?

Leñador 2: Es difícil. Hay cuchillos y escopetas a diez leguas a la redonda.

Leñador 3: Él lleva buen caballo.

Leñador 2: Pero lleva una mujer.

Leñador 1: Ya estamos cerca.

Leñador 2: Un árbol de cuarenta ramas. Lo cortaremos pronto.

Leñador 3: Ahora sale la luna. Vamos a darnos prisa.

(Por la izquierda surge una claridad)

Leñador 1:

    ¡Ay luna que sales!
    Luna de las hojas grandes.

Leñador 2:

    ¡Llena de jazmines de sangre!

Leñador 1:

    ¡Ay luna sola!
    ¡Luna de las verdes hojas!

Leñador 2:

    Plata en la cara de la novia.

Leñador 3:

    ¡Ay luna mala!
    Deja para el amor la oscura rama.

Leñador 1:

    ¡Ay triste luna!
    ¡Deja para el amor la rama oscura!

(Salen. Por la claridad de la izquierda aparece la Luna. La Luna es un  joven, con la cara blanca. La escena adquiere un vivo resplandor azul.)

Luna:

    Cisne redondo en el río,
    ojo de las catedrales,
    alba fingida en las hojas
    soy; ¡no podrán escaparse!
    ¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
    por la maleza del valle?
    La luna deja un cuchillo
    abandonado en el aire,
    que siendo acecho de plomo
    quiere ser dolor de sangre.
    ¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
    por paredes y cristales!
    ¡Abrid tejados y pechos
    donde pueda calentarme!
    ¡Tengo frío! Mis cenizas
    de soñolientos metales
    buscan la cresta del fuego
    por los montes y las calles.
    Pero me lleva la nieve
    sobre su espalda de jaspe,
    y me anega, dura y fría,
    el agua de los estanques.
    Pues esta noche tendrán
    mis mejillas roja sangre,
    y los juncos agrupados
    en los anchos pies del aire.
    ¡No haya sombra ni emboscada.
    que no puedan escaparse!
    ¡Que quiero entrar en un pecho
    para poder calentarme!
    ¡Un corazón para mí!
    ¡Caliente!, que se derrame
    por los montes de mi pecho;
    dejadme entrar, ¡ay, dejadme! (A las ramas.)
    No quiero sombras. Mis rayos
    han de entrar en todas partes,
    y haya en los troncos oscuros
    un rumor de claridades,
    para que esta noche tengan
    mis mejillas dulce sangre,
    y los juncos agrupados
    en los anchos pies del aire.
    ¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
    ¡No! ¡No podrán escaparse!
    Yo haré lucir al caballo
    una fiebre de diamante.

(Desaparece entre los troncos y vuelve la escena a su luz oscura. Sale una anciana totalmente cubierta por tenues paños verdeoscuros. Lleva los pies descalzos. Apenas si se le verá el rostro entre los pliegues. Este personaje no figura en el reparto.)

Mendiga:

    Esa luna se va, y ellos se acercan.
    De aquí no pasan. El rumor del río
    apagará con el rumor de troncos
    el desgarrado vuelo de los gritos.
    Aquí ha de ser, y pronto. Estoy cansada.
    Abren los cofres, y los blancos hilos
    aguardan por el suelo de la alcoba
    cuerpos pesados con el cuello herido.
    No se despierte un pájaro y la brisa,
    recogiendo en su falda los gemidos,
    huya con ellos por las negras copas
    o los entierre por el blanco limo.
    ¡Esa luna, esa luna! (Impaciente.)
    ¡Esa luna, esa luna!

(Aparece la luna. Vuelve la luz intensa.)

Luna:

    Ya se acercan.
    Unos por la cañada y otros por el río.
    Voy a alumbrar las piedras. ¿Qué necesitas?

Mendiga:

    Nada.

Luna:

    El aire va llegando duro, con doble filo.

Mendiga:

    Ilumina el chaleco y aparta los botones,
    que después las navajas ya saben el camino.

Luna:

    Pero que tarden mucho en morir. Que la sangre
    me ponga entre los dedos su delicado silbo.
    ¡Mira que ya mis valles de ceniza despiertan
    en ansia de esta fuente de chorro estremecido!

Mendiga: No dejemos que pasen el arroyo. ¡Silencio!

Luna: ¡Allí vienen!

(Se va. Queda la escena a oscuras.)

Mendiga:

    ¡De prisa! Mucha luz. ¿Me has oído?
    ¡No pueden escaparse!

(Entran el novio y mozo 1. La mendiga se sienta y se tapa con el manto.)

Novio: Por aquí.

Mozo 1: No los encontrarás.

Novio: (Enérgico) ¡Sí los encontraré!

Mozo 1: Creo que se han ido por otra vereda.

Novio: No. Yo sentí hace un momento el galope.

Mozo 1: Sería otro caballo.

Novio: (Dramático) Oye. No hay más que un caballo en el mundo, y es este. ¿Te has enterado? Si me sigues, sígueme sin hablar.

Mozo 1: Es que yo quisiera...

Novio: Calla. Estoy seguro de encontrármelos aquí. ¿Ves este brazo? Pues no es mi brazo. Es el brazo de mi hermano y el de mi padre y el de toda mi familia que está muerta. Y tiene tanto poderío, que puede arrancar este árbol de raíz si quiere. Y vamos pronto, que siento los dientes de todos los míos clavados aquí de una manera que se me hace imposible respirar tranquilo.

Mendiga: (Quejándose) ¡Ay!

Mozo 1: ¿Has oído?

Novio: Vete por ahí y da la vuelta.

Mozo 1: Esto es una caza.

Novio: Una caza. La más grande que se puede hacer.

(Se va el mozo. El novio se dirige rápidamente hacia la izquierda y tropieza con la mendiga, la Muerte)

Mendiga: ¡Ay!

Novio: ¿Qué quieres?

Mendiga: Tengo frío.

Novio: ¿Adónde te diriges?

Mendiga: (Siempre quejándose como una mendiga) Allá lejos...

Novio: ¿De dónde vienes?

Mendiga: De allí.... de muy lejos.

Novio: ¿Viste un hombre y una mujer que corrían montados en un caballo?

Mendiga: (Despertándose) Espera... (Lo mira.) Hermoso galán. (Se levanta.) Pero mucho más hermoso si estuviera dormido.

Novio: Dime, contesta, ¿los viste?

Mendiga: Espera... ¡Qué espaldas más anchas! ¿Cómo no te gusta estar tendido sobre ellas y no andar sobre las plantas de los pies, que son tan chicas?

Novio: (Zamarreándola) ¡Te digo si los viste! ¿Han pasado por aquí?

Mendiga: (Enérgica) No han pasado; pero están saliendo de la colina. ¿No los oyes?

Novio: No.

Mendiga: ¿Tú no conoces el camino?

Novio: ¡Iré, sea como sea!

Mendiga: Te acompañaré. Conozco esta tierra.

Novio: (Impaciente) ¡Pero vamos! ¿Por dónde?

Mendiga: (Dramática) ¡Por allí!

(Salen rápidos. Se oyen lejanos dos violines que expresan el bosque. Vuelven los es. Llevan las hachas al hombro. Pasan lentos entre los troncos.)

Leñador 1:

    ¡Ay muerte que sales!
    Muerte de las hojas grandes.

Leñador 2:

    ¡No abras el chorro de la sangre!

Leñador 1:

    ¡Ay muerte sola!
    Muerte de las secas hojas.

Leñador 3:

    ¡No cubras de flores la boda!

Leñador 2:

    ¡Ay triste muerte!
    Deja para el amor la rama verde.

Leñador 1:

    ¡Ay muerte mala!
    ¡Deja para el amor la verde rama!

(Van saliendo mientras hablan. Aparecen Leonardo y la novia.)

Leonardo: ¡Calla!

Novia:

    Desde aquí yo me iré sola.
    ¡Vete! ¡Quiero que te vuelvas!

Leonardo:

    ¡Calla, digo!

Novia:

    Con los dientes,
    con las manos, como puedas.
    quita de mi cuello honrado
    el metal de esta cadena,
    dejándome arrinconada
    allá en mi casa de tierra.
    Y si no quieres matarme
    como a víbora pequeña,
    pon en mis manos de novia
    el cañón de la escopeta.
    ¡Ay, qué lamento, qué fuego
    me sube por la cabeza!
    ¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!

Leonardo:

    Ya dimos el paso; ¡calla!
    porque nos persiguen cerca
    y te he de llevar conmigo.

Novia:

    ¡Pero ha de ser a la fuerza!

Leonardo:

    ¿A la fuerza? ¿Quién bajó
    primero las escaleras?

Novia:

    Yo las bajé.

Leonardo:

    ¿Quién le puso
    al caballo bridas nuevas?

Novia:

    Yo misma. Verdad.

Leonardo:

    ¿Y qué manos
    me calzaron las espuelas?

Novia:

    Estas manos que son tuyas,
    pero que al verte quisieran
    quebrar las ramas azules
    y el murmullo de tus venas.
    ¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
    Que si matarte pudiera,
    te pondría una mortaja
    con los filos de violetas.
    ¡Ay, qué lamento, qué fuego
    me sube por la cabeza!

Leonardo:

    ¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
    Porque yo quise olvidar
    y puse un muro de piedra
    entre tu casa y la mía.
    Es verdad. ¿No lo recuerdas?
    Y cuando te vi de lejos
    me eché en los ojos arena.
    Pero montaba a caballo
    y el caballo iba a tu puerta.
    Con alfileres de plata
    mi sangre se puso negra,
    y el sueño me fue llenando
    las carnes de mala hierba.
    Que yo no tengo la culpa,
    que la culpa es de la tierra
    y de ese olor que te sale
    de los pechos y las trenzas.

Novia:

    ¡Ay que sinrazón! No quiero
    contigo cama ni cena,
    y no hay minuto del día
    que estar contigo no quiera,
    porque me arrastras y voy,
    y me dices que me vuelva
    y te sigo por el aire
    como una brizna de hierba.
    He dejado a un hombre duro
    y a toda su descendencia
    en la mitad de la boda
    y con la corona puesta.
    Para ti será el castigo
    y no quiero que lo sea.
    ¡Déjame sola! ¡Huye tú!
    No hay nadie que te defienda.

Leonardo:

    Pájaros de la mañana
    por los árboles se quiebran.
    La noche se está muriendo
    en el filo de la piedra.
    Vamos al rincón oscuro,
    donde yo siempre te quiera,
    que no me importa la gente,
    ni el veneno que nos echa.

(La abraza fuertemente.)

Novia:

    Y yo dormiré a tus pies
    para guardar lo que sueñas.
    Desnuda, mirando al campo,
    como si fuera una perra, (Dramática.)
    ¡porque eso soy! Que te miro
    y tu hermosura me quema.

Leonardo:

    Se abrasa lumbre con lumbre.
    La misma llama pequeña
    mata dos espigas juntas.
    ¡Vamos!

(La arrastra.)

Novia:

    ¿Adónde me llevas?

Leonardo:

    A donde no puedan ir
    estos hombres que nos cercan.
    ¡Donde yo pueda mirarte!

Novia: (Sarcástica)

    Llévame de feria en feria,
    dolor de mujer honrada,
    a que las gentes me vean
    con las sábanas de boda
    al aire como banderas.

Leonardo:

    También yo quiero dejarte
    si pienso como se piensa.
    Pero voy donde tú vas.
    Tú también. Da un paso. Prueba.
    Clavos de luna nos funden
    mi cintura y tus caderas.

(Toda esta escena es violenta, llena de gran sensualidad.)

Novia: ¿Oyes?

Leonardo: Viene gente.

Novia:

    ¡Huye!
    Es justo que yo aquí muera
    con los pies dentro del agua,
    espinas en la cabeza.
    Y que me lloren las hojas.
    mujer perdida y doncella.

Leonardo: Cállate. Ya suben.

Novia: ¡Vete!

Leonardo:

    Silencio. Que no nos sientan.
    Tú delante. ¡Vamos, digo!

(Vacila la novia)

Novia: ¡Los dos juntos!

Leonardo: (Abrazándola)

    ¡Como quieras!
    Si nos separan, será
    porque esté muerto.

Novia:

    Y yo muerta.

(Salen abrazados. Aparece la luna muy despacio. La escena adquiere una fuerte luz azul. Se oyen los dos violines. Bruscamente se oyen dos largos gritos desgarrados y se corta la música de los violines. Al segundo grito aparece la mendiga y queda de espaldas. Abre el manto y queda en el centro, como un gran pájaro de alas inmensas. La luna se detiene. El telón baja en medio de un silencio absoluto.)

Telón
(Continuará ...)

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